Regresar

Es extraño. Volver unos días a Madrid y ambientarse con facilidad al ritmo de la ciudad tantas veces recorrida y al encuentro con las buenas amistades que me hacen especialmente feliz. Quizá lo valoro aún más al percibirlo tan breve y lejano. Pero ahora me encuentro perdida entre dos espacios separados donde llevo distintas vidas.

Windsor se convirtió en mi tabla de salvación cuando me ahogaba de angustia en Madrid. Ha sido un invierno duro, donde no he parado de aprender y conocerme a mí misma con tantas experiencias nuevas. Primer trabajo, primer novio, primer desamor... Y luego, haciendo balance, un sin fin de detalles, como: los viajes (Barcelona, París, Cambridge, Oxford, Isla de Wight), mi pasión por el burlesque (vestuario, coreografía, música...), los pinitos con el dibujo y el descubrimiento de las acuarelas, la adicción a la ropa de segunda mano, las ganas de bailar, las primeras borracheras de mi vida (divertidas, claro), mi nueva paciencia con la cocina, etc.

Tengo trabajo. Quizá sea ese el mayor motivo por el que me encuentro todavía aquí. No me satisface al 100% (habría que estar bastante pervertidx para disfrutar de al menos dos horas de porno obligado al día...), pero supongo que ningún curro es perfecto. Aún así, me planteo prosperar y buscar un empleo mejor, si es que en estos tiempos es posible que aparezca.

Y entonces, es cuando empiezo a ver un infinito de posibilidades y países en este mundo a los que seguir emigrando para trabajar. Pero Madrid vuelve a mi cabeza, ciudad natal que aglutina la mayoría de mis amistades (aunque cada vez se marcharon más). Es una especie de quiero y no puedo, de no saber si merecerá la pena regresar, tal y como está ahora el ambiente de crispado.

¡Ay! Todas estas reflexiones en "voz alta" (o también llamada blog), se me presentan un día después de abandonar de nuevo Madrid. Supongo que en un breve período estaré de nuevo ambientada a este pueblo inglés, una burbuja donde parece que la crisis "solo está lloviendo fuera".